Shaunia. Una versión diferente del mito de la doncella y el dragón. Por Cyrus Map. (Historia no recomendada para menores) Mis cansados ojos apenas me permiten distinguir el trazo de la tinta sobre el pergamino. Pronto el Señor me llamará ante si, y espero de Su infinita misericordia tenga a bien perdonarme el vil pecado de abandonarme a los placeres perecederos de la carne, tan impropios de mi condición de clérigo, que cometí en mi lejana juventud. Fue en los días del buen rey Esteban. Durante su largo reinado, se extendió sobre sus dominios el beneficio de la paz. Los campos fueron generosos y los burgueses se atarearon en sus menesteres, doquiera se mostraba, feliz, la prosperidad. Mas no quiso el Maligno que el buen rey terminara sus días en paz y sosiego. Y en su eterno odio a toda la Gloria del Creador, decidió asolar el reino de Esteban con el mas implacable flagelo que jamás se viera. Determinó Satán que surgiera de los infiernos la más maligna bestia jamás imaginada. Un enorme y espantoso dragón de negras escamas, ojos llameantes y aliento de fuego comenzó a asolar las tierras del buen Esteban. No se salvó ninguna cosecha, devoró las vacas y los carneros, quemó los bosques y secó las fuentes. Despavoridos, los malhadados súbditos del buen Esteban le gimieron sus desgracuias implorando su ayuda. Con dolor y congoja ante tanto sufrimiento, ordenó el buen rey que prestos atacaran a la bestia sus caballeros. Mas las flechas disparadas por las mayores balistas o los mas robustos arqueros, impotentes se quebraban en la piel del monstruo. Los esforzados caballeros no le conseguían mellar, pues ya su aliento ardiente los consumía, ya sus mandíbulas poderosas los destrozaban, ya los violentos latigazos de su largo rabo los volteaban al aire junto con sus caballos. Muchos esforzados señores, los más valientes guerreros, se perdieron intentando inútilmente librar el reino de la pesadilla del Mal Mas escuchó Nuestra Señora nuestros rezos y, en su interseción, quiso Dios que llegara a nosotros el ansiado remedio. Apareció una triste mañana ante el palacio de Esteban una misteriosa persona. Su altura y tamaño era como el del mayor de los súbditos del buen rey. Todo el cuerpo llevaba cubierto por un humilde hábito. Ni manos ni rostro asomaban. Nadie sabía quién era, ni de dónde provenía. Pidió, con susurrante voz, ser presentada a Esteban. Ante él le dijo, susurrante de nuevo: -"Me llamo Shaunia. Os pido, majestad, me permitáis combatir el dragón que os aflige, más no me pidáis saber ni quien soy ni de dónde vengo" Accedió Esteban, mas pidió le acompañara su cronista, para testificar los hechos. Había querido la Providencia que yo fuera a la sazón el cronista del Rey (Muertos eran ya los otros por el Dragón), y me cupo el honor de acompañar a Shaunia en su misión. Tras días de marcha, siguiendo los pasos misteriosos de Shaunia, sin hablar ni un momento, ni apenas descansar, llegamos a la comarca donde la Bestia había establecido su horrendo cubil. Los árboles tronchados, las mieses quemadas, casas, molinos y castillos destrozados, esqueletos de buey y de caballo por doquier, indicaban claramente que nos acercábamos a la guarida del Hijo de Satanás. En un paraje desolado, entre peñas ennegrecidas, restos humeantes y hedores fétidos, divisamos la guarida del monstruo. Entre espantosos rugidos , negra humareda y llameantes reflejos, apareció ante nossotros el dragón. Me quedé paralizado por el miedo. Shaunia también se detuvo. Con voz firme aunque melodiosa me ordenó permanecer quieto. Era la primera vez que me hablaba. Ya no usó los sususrros de la corte. El sonido de la boca, hermosa melodía, era femenino, dulce y seductor. ¿Era Shaunia, el esforzado guerrero presto a combatir sin armas al dragón, una mujer? Estupefacto ante tamaño prodigio, enmudecí. Shaunia levantó los brazos. Las largas mangas del hábito suavemente se deslizaron por ellos. Pronto asomaron dos manos blancas. Con uñas medianamente largas y sugestivamente teñidas de rojo, eran de aspecto vigoroso, pero a la vez suaves. Agachándose con elegancia, sujetó el bajo del hábito y, levantándolo, se lo quitó. Pude entonces contemplar, en toda su espléndida perfección, la incalificable hermosura de Shaunia. Apenas vestida con un par de botas bajasy una cortísima falda , rutilante mostraba su cuasi desnudez. Shaunia poseía un maraviloso cuerpo de radiante feminidad con generosas curvas. Ahora bien, estas se realzaban esplendorosamente con una gigantesca musculación de imposible descripción. Los más enormes músculos, rocosos, mostraban su férrea firmeza bajo la blanca piel. Cada ligero movimiento de Shaunia venía impulsado por la cimbreante danza que sus infinitas fibras musculares definían con firmeza bajo la piel, nada ocultas por ni una brizna de grasa. Un descomunal amasijo de hinchadas venas se extendía, cual sorperendente red, por todo el cuerpo. Insuflaban a raudales inmensas cantidades de energía por todo sus músculos. A pesar de tantíssima musculación, ni un ápice de feminidad desaparecía, no  sólo por sus gráciles movimientos como de danzarina, sino por el raro prodigio de belleza que infundía al cuerpo de mujer, el mayor tamaño muscular concebible. Una generosa cabellera recogida, rubia como el oro, respondía con sus reflejos el desafío del sol. El rostro, dulce y proporcionado, era realzado por unos enormes y profundísimos ojos azules, de inteligente mirada. Los labios, carnosos, brillaban de carmín. El cuello, largo y poderoso partía de una anchísima espalda. A cuyos lados se inflaban unos gigantescos deltoides de abultadísima redondez. La rocosa espalda aparentaba mayor dureza que el más firme acero. Una gigantesca masa pectoral mantenía herguidisimo el busto, compuesto por dos cimbreantes melones de túrgida apariencia rematados por dos grandes y rosados mugrones. Los abdominales componían un perfecto enladrillado. De un volumen colosal, cada bloque estaba separado del vecino por una profunda hendidura. Un hermoso ombligo redondo completaba el amasijo de venas que también allí se marcaban. Una cintura estrechísima daba paso a unas redondas y generosas caderas. Los glúteos, redondos, abultados y pétreos, tenían la firmeza suficiente para quebrar el mas agudo estilete de acero. Los colosales muslos, de tamaño inabarcable, mostraban con detalle cada grupo muscular de que se componían, con profundas hendiduras entre músculos. Los gemelos se proyectaban lateralmente como alerones y en nada demerecían ni el tamaño ni la dureza de todo su arsenal muscular. Los brazos proclamaban ser muchísimo mas fuertes que el más robusto pilar de cualquier catedral. Un tríceps rocoso, curiosamente puntiagudo, definía una enorme herradura que no le impedía resaltar por su definición. Los bíceps colosales dibujaban un descomunal promontorio de robustísima redondez. No creo que con mis brazos alcanzara a rodearlos completamente, tan estrepitoso era su enorme tamaño. Shaunia me miró, se sonrió y, ante mi estupefacción, me lanzó un lujurioso beso. Tras lo cual, tensó todo su cuerpo, que pareció rugir bajo la tersa piel cuando la dureza ya prodigiosa de los músculos devino insuperable rocosidad. Con los brazos estirados en ángulo hacia abajo, con el cuerpo cimbreado en forma de doble curva, marcaba una "V" descomunal. Cada ligero cambio de posición venía acompañado del sinfónico concierto de fibras de muscularidad intereactuando con las venas para componer sugerentes formas de hercúlea prominencia. Con paso decidido, avanzó contra el dragón.  Este se hirguió, miró fijamente la mujer con sus ojos malignos y, con un espeluznante rugido lanzó sobre Shaunia un llameante río de fuego. Pero la chica consiguió, con sorprendente agilidad, zafarse del ataque con un gran salto. Sin permitir que el monstruo se repusiera de la descarga de fuego, se abalanzó sobre el cuerpo del animal. Dos enormes puñetazos retumbaron con estrépito sobre el vientre del Hijo de Satán, que enroscó el cuello y abrió la boca, de la que emrgió una bocanada de negro humo mientras rugía una especie de tos. De un salto, el dragón se situó de nuevo en posición de ataque contra Shaunia. Con enorme rapidez y descomunal furia se abalanzó sobre la chica. Peró un nuevo puñetazo resonó por el tétrico valle, la cabeza de la bestia volteó grotescamente a resulta del impacto, mientras de la boca entreabierta caían, rotos ,varios de los enormes colmillos del monstruo. Pero este descargó un nuevo ataque. Pero sus colosales mandíbulas no consiguieron cerrarse sobre su presa, ya que los poderosísimos brazos de Shaunia las asieron. Con toda su furia no conseguía cerrar la boca el dragón, y ´se sonrió la chica, mientras la brillante piel realzaba el poderío infinito de su muscularidad. Sin soltar la boca del dragón, descargó sobre su garganta una fuerte patada. Instantáneamente sin aire, saltó hacia atrás la bestia, intentando recuperar el fuelle. Shaunia aprovechó el momento para, de nuevo, atacar el vientre del dratgón. Pero reunió el Mal sus fuerzas de nuevo, y descargó otro ataque con mayor furia todavía. Al primer embite, el puño de acero de Shaunia logró voltear de nuevo la cabeza del Dragón. El segundo embite acabó peor para el Monstruo. Detenido el ataque por los brazos de acero de Shaunia, ella balanceó el cuerpo y consiguió asir el grueso cuello del Hijo de Satán con sus piernas. Cruzándolas como una tijera, tensó una férrea tenaza  en el cuello del dragón. En vano intentaron separarla de allí los brazos del monstruo, que logró agarrar la chica, y así inmobilizado, se debatía inerme el monstruo. Al cabo de unos minutos de tensión, derrumbóse el monstruo, sin aire ya. Shaunia lo soltó entonces pero, sin darle tiempo a rehacerse, esta vez le descargó dos fieros puñetazos que, hundiendo el cráneo del monstruo, le arrancaron para siempre su maligna alma del horrendo cuerpo. Arrastró luego Shaunia el inánime cuerpo hasta la boca de la horrible sima que le cobijó y arrojándolo allí se precipitó al vació haasta que, en vertiginosa caída, alcanzó el lejano suelo, estallando en una gran bola de fuego. No sé que me pasó aquel día, pero mi pene devino más ardiente que el aliento del dragóny, abalanzándome con el sobre Shaunia, se lo hendí en su dulce vagina. La chica que, de quererlo, me hubiera desintegrado con una sola mano, dejóse poseer gozosa por mi varias veces.  El sublime placer que experimenté en el día aciago ha revenido a mi mente, como un martillo, toda mi vida, sin que jamás haya visto nio sabido nada ma´s de la misteriosa Shaunia, que desapareció tan súbitamente como vino. Y he aquí que mi consuelo es suponer que, si tan  maravillosa criatura no pudo ser más que obra de la Providencia,  no fuera en realidad pecado el gozo que su cuerpo me produjo, acaso porque fue, a no dudarlo, una Divina emanación. Y no peca quien goza con lo que Dios envía.   Cyrus Map