LA JUSTICIERA ESCARLATA 14 by lindareyes127@hotmail.com Ellos podrán con los hombres de la Ley, ¡pero no con la Justiciera! ¡BANG! ¡BANG! ... ¡CRACK! ¡BANG! ¡BANG! ¡BANG! - "Es inútil, Comisario. Ya tenemos casi seis horas en esto, y no logramos hacerlos salir. Ellos serán seis solamente, pero saben disparar y tienen buenas armas; y aparentemente mucha munición." Esto lo decía uno de los ayudantes del Comisario de Pueblo Viejo, un pequeño pueblo en el Noroeste mexicano, donde a tempranas horas de la mañana la temida banda de los Aguirre había asaltado el banco local. El botín era grande, toda vez que se trataba entre otras cosas del pago a los trabajadores del ferrocarril que estábase construyendo en la zona. El Comisario y sus ayudantes, aparte de varios hombres del pueblo -los más valientes, pues no todos querrían enfrentarse a los hermanos Aguirre y sus matones-, habían dado alcance a los miembros de la banda, eliminando a uno de ellos en el camino, y los tenían rodeados en una casa abandonada de dos pisos a unos veinte kilómetros del pueblo. Pero no lograban someterlos. Al contrario, si medimos el enfrentamiento en términos de las bajas en uno y otro bando, era la banda de Aguirre quien llevaba la ventaja. En efecto, tres muertos y varios heridos del lado de la Ley vs. uno acribillado durante la fuga de parte de Aguirre. - "Tienes razón" dijo desanimado el Comisario. "Y los refuerzos que pedimos por telegrama se echarán al menos un día en llegar... Tendremos que esperar." - "¿Y para qué esperar, Comisario?" dijo de pronto una voz femenina y aterciopelada a las espaldas de los representantes de la Ley, quienes no habían visto ni oído llegar a quien pronunciara estas palabras por estar ellos atentos a lo que pudiera ocurrir en la casa sitiada. - "¡¡¡La Justiciera Escarlata!!!!" exclamaron todos llenos de sorpresa, admiración y mucho alivio al voltear y ver a escasos pasos suyos a la legendaria y curvilínea aventurera. Tanto quienes la habían visto en alguna oportunidad anterior, como quines no habían tenido esa suerte, quedaron impactados por la belleza física de la muchacha, belleza resaltada por la atrevida y provocadora indumentaria que ella portaba: Ajustadísimos pantalones negros que le cubrían sus espectaculares piernas y trasero como una segunda piel; blusa de manga larga, roja escarlata, de organdí con arabescos semi-transparentes, muy ceñida al torso, que le marcaba intrépidamente sus espectaculares pechos, bíceps de acero y músculos abdominales también acerados; botas de tacón alto y cuero marrón -con grandes espuelas-, que hacían juego con el cinturón canana que a lo profesional sostenía a su diestra al infalible Colt 44; en fin, un coqueto y largo pañuelo de seda roja alrededor de su bronceado cuello, y el temible y justiciero antifaz escarlata, que cubría misteriosamente la mitad superior de su exquisita y bella carita de muñeca. Sus carnosos labios al rojo vivo repitieron la pregunta que ella hiciera a su llegada: - "¿Para qué esperar? Es de tarde ya, y al caer la noche podrían escabullirse al amparo de la oscuridad." - "Pero, ¿qué podemos hacer, Justiciera?" respondió inseguro el Comisario. "Hemos estado toda la mañana intentando someterlos y no lo hemos logrado. Y -lamento decirlo- hemos perdido tres hombres." La escultural y valiente aventurera apretó sus labios sensuales, respiró hondo -sus pezones a punto de reventar el organdí- y dijo: - "Déjeme esto a mi, Comisario. Sacaré a esas ratas de su nido", a la vez que con maestría desenfundaba el revólver y verificaba sus proyectiles. - "Pero, Justiciera...Son muy buenos tiradores. No podrás tú so..." La intrépida vengadora no escuchó el final de las palabras del hombre de Ley. Más bien, siendo ella antes que nada una mujer de acción, se dirigió impersonalmente a los que por allí se encontraban -"¡¡Cúbranme!!"- y sin esperar respuesta se abalanzó pistola en mano hacia la casa abandonada en busca de los Aguirre. El tiroteo se reanudó inmediatamente: El Comisario y su grupo cubriendo a la bella y joven enmascarada; los forajidos concentrándose en alcanzarla, temiéndola mucho pues ya sabían de quién se trataba. Pero dando muestras de una velocidad, destreza, agilidad y valentía sin par, la Justiciera Escarlata logró evitar todos los disparos, corriendo en zig-zag, lanzándose al suelo y rodando por él, para volverse a parar y seguir la carrera hacia la casa, mientras descargaba el cilindro completo de su revólver sobre sus enemigos y se acercaba como un rayo a su objetivo. Más que los disparos de los hombres del Comisario, fueron los seis plomazos -precisos y certeros- escupidos por el Colt 44 de la enmascarada los que mantuvieron a raya a los bandoleros. Esto le permitió a la escultural vengadora acercarse a la casa, y al encontrarse -siempre ilesa- a escasos metros de una ventana de la planta baja, la aguerrida y monumental enmascarada de un salto olímpico se lanzó por los aires, atravesando como un bólido la ventana, a la vez que -con maestría insuperable y no habiendo tocado aún el piso- sacaba con la mano izquierda cuatro proyectiles de su cinturón canana y los introducía en el cilindro abierto de su Colt. De modo que cuando tocó tierra, costado izquierdo primero y ya dentro de la casa, la del antifaz ya había continuado su descarga de plomo contra los dos asaltantes que abajo se encontraban. A uno lo alcanzó en pleno pecho, al otro lo hirió en el hombro derecho, obligándolo a soltar el arma. Este último, al verse herido y desarmado, corrió asustado hacia el piso de arriba, despejando la escalera y gritando: - "¡¡Ya entró...!! ¡¡Está allá abajo!! ¡¡Mató a Juan!!!!". Mientras tanto, la Justiciera Escarlata, serena y precisa, aprovechó el momento para recargar su revólver implacable. Actuando con decisión y rapidez, la muchacha tomó el arma del hombre muerto, también la recargó, y comenzó con sumo cuidado el ascenso de la escalera, una pistola en cada mano. Serían cinco los forajidos que arriba se encontraban, calculó la Justiciera, todos bien armados y dispuestos a jugarse el todo por el todo. Afuera, el tiroteo había cesado, señal de que los bandidos la estaban acechando a ella. 'Vamos a ver quién caza a quién' se dijo a sí misma la recia y despampanante mujer, mientras esbozaba una sonrisa burlona y retadora en sus sensuales labios escarlata y subía uno por uno los escalones de la muerte. La muy bella e intrépida hembra se detuvo en un recodo de la escalera; luego, súbitamente en un gesto de audacia, mostró ella a quienes la acechaban desde arriba su torso voluptuoso y escarlata durante apenas una centésima de segundo, para cubrirse inmediatamente. Lo que sus enemigos vieron fue un relámpago rojo surgir tras el recodo de la escalera, y apenas sus reflejos se lo permitieron descargaron sus armas sobre la temible dama enmascarada. Pero lo hicieron muy tarde. La hermosa y ágil guerrera ya se había cubierto tras el recodo, mas sólo por escasos segundos. En efecto, apenas amainó la balacera, fue ella quien tomó la iniciativa al descubrirse valientemente en el centro de la escalera y poner a sus dos revólveres a vomitar fuego contra los de arriba. La plomazón que provenía de abajo era implacable y destructora. Los precisos disparos de la recia enmascarada de grana pusieron en fuga a los bandoleros, quienes dejaron un muerto al tope de la escalera y más de un herido, según fugazmente lo apreciara la mujer del antifaz. Ella no perdió tiempo. Con mucho arrojo y jugándoselas todas, la Justiciera siguió escaleras arriba tras sus presas, mientras que con suma rapidez y destreza recargaba su Colt 44, ya habiendo desechado el segundo revólver. Una vez alcanzado el último escalón, y pasando por encima del cadáver resultante de su infalible puntería, la ruda y curvilínea pistolera se asomó -esta vez con menos cuidado, desafiando el peligro- por el oscuro pasillo a su derecha por el que tomarán en su huída los cuatro malhechores aun con vida. Al fondo del pasillo, a unos seis metros de distancia, percibió a uno de ellos - herido en un brazo- al momento en que le hacía dos disparos, uno de los cuales le causó a la Justiciera un ardor intenso en su bien formado y musculoso muslo izquierdo. Por su parte, la brava muchacha sólo hizo un tiro, clavándole la bala en el mero centro de la frente antes de que el desgraciado pudiera volver a disparar. La escultural enmascarada continuó con paso firme por el pasillo, no prestándole atención a la herida recibida y segura de que con los cinco proyectiles aún en el revólver tendría suficiente para arrestar a los bandidos que quedaban. Ya a pocos metros de una puerta que se abría al final del pasillo a la derecha, la aguerrida y hermosísima dama del antifaz se detuvo, su Colt empuñado en la diestra y presto a escupir plomo. - "¡Aguirre!" gritó la muchacha -quien en los cuerpos inertes de sus tres víctimas mortales no había reconocido al jefe de la banda-. "Ya he mandado al infierno a tres de tus desafortunados compinches y ahora es que me quedan balas y ganas de pelear. ¡Así es que salgan ya con las manos en alto! ¿O será que tendré que sacarlos de allí a tiro limpio?" Silencio... La sensual y atrevida aventurera ya se disponía a sacar por la fuerza a los tres sobrevivientes, cuando oyó que desde la puerta le pedían (¿casi un ruego?): - "¡No dispares, Justiciera! Nos entregamos." Tras lo cual aparecieron tres hombres por la puerta, al final del pasillo, con las manos en alto y sin armas visibles. Uno de ellos estaba seriamente herido en un hombro, producto de los certeros disparos de la enmascarada durante el enfrentamiento en la escalera. Los otros dos estaban ilesos; uno, francamente asustado, y el segundo, blanco de la ira e impotencia ante su captora. En éste último la Justiciera Escarlata reconoció a Aguirre. Cuando, habiendo pasado unos minutos sin oír detonaciones dentro de la casa, la decena de hombres que estaban afuera vieron a la vengadora enmascarada salir revólver en mano por la puerta principal, arreando delante suyo al jefe de los bandoleros y a dos de sus hombres, quedaron perplejos y plenos de admiración. ¡Ella sola, en menos de veinte minutos había logrado lo que ellos no habían hecho en medio día! ¡¡Qué bárbara!! - "Aquí los tiene, Comisario" dijo la muchacha, cansada pero llena de fuerzas. "Quedan tres más dentro de la casa, pero esos no irán a la cárcel, sino al cementerio." - "¡Gracias, Justiciera! ¡Muchas gracias!...¡Eres muy valiente!" Fue lo único que acertó a decir el Comisario, quien aún no salía de su estado de perplejidad ante la incomparable belleza física y valentía de la enmascarada. - "¡¡Maldita seas, puta!!!" estalló entonces Aguirre, impotente y humillado por la escultural vengadora escarlata. "¡Mataste a mis hermanos! ¡Me las pagarás!" - "¿Ah, sí? ¿Y qué vas a hacer al respecto?" respondió la Justiciera acercándose de frente a su prisionero y apretando de ira sus carnosos y sensuales labios. Iba ella dispuesta a volarle la dentadura al hombre de un solo puñetazo; pero se contuvo, en el último segundo se contuvo. Viendo Aguirre que su captora se detenía, continuó con sus improperios: - "Te las das de valiente, sólo porque eres buena con el revólver..." Iba a continuar, pero la sin par aventurera lo paró en seco, en un tono a la vez despreciativo y retador: - "¿Es que acaso crees que puedes medirte conmigo a puño limpio?" E inmediatamente se dirigió autoritaria a los hombres de Ley que los rodeaban: - "¡Abran campo!" Y luego, en tono burlón, refiriéndose a los dos bandoleros aun ilesos (el tercero sangraba copiosamente y estaba siendo atendido): "Veamos qué pueden hacer con sus puños estos mequetrefes." - "No hay ninguna necesidad de esto, Justiciera" protestaron tímidamente el Comisario y sus hombres. "Ellos son tus prisioneros... Además, ¡estás herida!" exclamaron los de la Ley, ya habiendo notado el disparo que recibiera la muchacha en el muslo izquierdo, herida que no cesaba de sangrar. La escultural guerrera de rojo no les respondió. Más bien, se desamarró el coqueto pañuelo escarlata que lucía alrededor del cuello y lo apretó con fuerza -a modo de torniquete- alrededor del muslo y por encima de la herida. Luego, desenfundó su Colt y se lo pasó a uno de los presentes, a la vez que increpaba altanera a sus prisioneros: - "¡Vénganse los dos!" les dijo a sus prisioneros; "Juntos o uno por uno. ¡Como quieran!" Los bandidos -yéndose por lo más seguro- prefirieron atacarla los dos a la vez. Sabían que con esta mujer no se jugaba. Lo que vieron a continuación el Comisario y sus hombres fue una magnífica lección de boxeo y lucha libre, que los dejó boquiabiertos no obstante las muchas referencias que ya tenían de la enorme habilidad de la Justiciera Escarlata en la pelea cuerpo a cuerpo. En efecto, los espectadores a esta desigual pelea pudieron ver en vivo a la hermosa y recia aventurera descargando sus puños contra dos fornidos hombres más altos que ella (¡y eso que estaba herida en una pierna!) y dejando claro ante todos -amigos y enemigos- quién mandaba allí. Aguirre y su compinche atacaban con violencia a la enmascarada, uno primero, otro después; luego, simultáneamente, uno por cada lado; pero todo en vano, pues la curvilínea gladiadora esquivaba una y otra vez los golpes con agilidad y destreza, o sencillamente los bloqueaba y desviaba con sus acerados antebrazos. Entonces, sin siquiera un rasguño en la cara, la del antifaz grana les daba una clase magistral a sus contrincantes de cómo lanzar y colocar un puñetazo: Sus rudos puños llegaban directo al objetivo, propinándoles un castigo como ellos nunca lo habían recibido. Un "gancho" sólido a la mandíbula de uno, un "upper" de hierro al estómago del otro. Otro "gancho" explotaba en la nariz del primero, y un "jab" en la cara del segundo. No fueron necesarios muchos de los recios puños de la Justiciera para que el compinche de Aguirre sucumbiera fulminado: El tercer puñetazo de la dura y bella dama lo mandó literalmente volando al mundo oscuro de la inconsciencia. Viendo esto, y comprendiendo finalmente que a esta mujer nadie la doblegaría a puño limpio, Aguirre cambió de estrategia. Aprovechando que la enmascarada acababa de propinar el golpe de gracia a su desafortunado compañero, el jefe de la -ya inexistente- banda de ladrones se lanzó encima de su ruda y escultural contrincante. Ambos fueron al suelo y rodaron por él durante escasos minutos; a veces uno, a veces la otra tenía la posición dominante. Hasta que fue perfilándose la Justiciera Escarlata como indiscutiblemente la mejor. En efecto, no sólo era la curvilínea enmascarada tan fuerte -o casi- como Aguirre, sino que su dominio de las técnicas y llaves de la lucha libre era muy superior. De modo que al poco tiempo de rodar por el sucio terreno, la guerrera escarlata tenía a su enemigo de cara contra el suelo, aplicándole inclemente una férrea "doble nelson" que lo mantenía inmovilizado y jadeando. Los presentes -Comisario y compañía- seguían babeados y más que impresionados por las habilidades de la Justiciera en el combate cuerpo a cuerpo. ¡Qué agilidad y valentía! ¡Qué dureza con los puños! ¡Qué manera de doblegar al enemigo en la lucha a músculo limpio! La admiración y el babeo se los producían igualmente las espectaculares curvas de la gladiadora. Especialmente cuando estaba en tierra luchando con Aguirre, su cuerpo monumental se marcaba sudoroso y sensual bajo la ajustada ropa justiciera. ¡Que cinturita de avispa! ¡Qué trasero tan monumental, magníficamente traducido por los apretadísimos pantalones negros! ¡Qué pechos tan orgullos y erectos, ya prácticamente reventando los cuasi-transparentes y vaporosos arabescos de la muy ceñida blusa roja de organdí! Pero no sólo los pechos reventaban la ajustada blusa; también lo hacían sus músculos -bíceps, tríceps y abdominales- henchidos y acerados en la lucha. Músculos que hacían a la imbatible hembra aun más femenina y deseable (En efecto, el recuerdo de esta pelea y su principal protagonista -grabado para todos los años en la memoria de los que la presenciaron- sería causante de más de un conflicto matrimonial). Todavía manteniéndolo de cara al suelo, la enmascarada escarlata agarró con firmeza el brazo derecho de su contrincante y se lo dobló con fuerza tras la espalda, arrancándole un grito de dolor y súplica: -"¡¡¡Aahhh!!! ¡¡Por favor no más, Justiciera!!" La ruda mujer del antifaz hizo caso omiso del grito, manteniendo a la espalda con su mano derecha el brazo enemigo, mientras con la izquierda halaba al hombre por el cabello obligándolo a levantarse. Una vez de pie, la Justiciera Escarlata lo soltó, para luego bruscamente hacerlo girar y enfrentarlo a ella. Aguirre ya tenía lágrimas de dolor y miedo en sus ojos. No se atrevía a mirar de frente a la mujer que lo había superado abiertamente en todos los terrenos. Ella, por su parte, fue breve: Clavó un formidable puñetazo en la boca del estómago del prisionero, seguido de un demoledor "gancho" de izquierda al mentón. "Así le será más fácil trasladarlo a prisión, Comisario", sonrió sensual la Justiciera Escarlata. Luego partió en su brioso alazán.