LA JUSTICIERA ESCARLATA 4 lindareyes127@hotmail.com La Justiciera se impone de nuevo con sus puños de acero. "Cinco Hombres vs. una Mujer" Para la Justiciera Escarlata no era nada extraño enfrentarse -y vencer en lucha cuerpo a cuerpo- a tres, cuatro o más hombres. En efecto, siendo ampliamente conocida su valentía y su reciedumbre con los puños, eran pocos los hombres -aunque los había- que se atrevían a pelear con ella de tú a tú. Por eso, aquella tarde -cuando salía de un negocio en los linderos del pueblo, solitario por la hora de la siesta- no se inmutó la bella y guapa enmascarada al percatarse de cinco matones que, amenaza-doramente, se dirigían hacia ella; más bien -en gesto típico suyo- extrajo serenamente el lápiz labial del cinturón canana y lo aplicó a su linda y sensual boca. Iba la Justiciera vestida con ceñido pantalón rojo escarlata y una ajustada y entreabierta blusa blanca contra la que se marcaban sus hermosos pechos erectos; aunque blanca la blusa de fina seda, eran rojos el cuello, los puños y unas franjas a la altura de los bolsillos, justo encima de donde resaltaban -atrevidos- los firmes pezones. Un cinturón de cuero negro y plateada hebilla ceñía su estrecha cintura. Del cinturón canana, que abrazaba rodeando sus esculturales caderas, pendía diestramente el Colt 44 a la usanza de los profesionales del revólver. Una ancha cinta roja, atada tras de la nuca, alisaba sobre la frente el hermoso y largo pelo negro de la aventurera. Sus labios rojo fuego y su antifaz escarlata resaltaban aun más la belleza de la valerosa muchacha. Consciente de que el quinteto venía buscando pelea, la recia enmascarada calibró rápidamente la situación. Dos de los hombres parecían ser los más peligrosos: uno, armado de un garrote y con cara de saber usarlo, y el otro, un gigante de unos dos metros de estatura, o sea casi medio metro más alto que ella; los tres restantes no parecían ser rivales serios para una mujer tan experimentada en la pelea como lo era la Justiciera Escarlata. Fue justamente uno de éstos últimos quien se adelantó a los demás en el ataque. Pero la ruda gladiadora le quitó de plano la oportunidad de lucirse: Ladeándose hacia la derecha y haciendo pivote con su tacón izquierdo, lanzóle la brava enmascarada una durísima patada que lo alcanzó en pleno páncreas y lo tiró al suelo sin sentido. Mientras, en gavilla, los cuatro restantes se lanzaron sobre la valiente vengadora. Esta los recibió con una descarga de puñetazos tal que - confundiéndolos- los hizo retroceder; sin darles tregua, la dura justiciera castigó severamente y sobretodo a la pareja de hombres que ella consideraba menos peligrosos. Si fue esto un error de su parte, es difícil decir; pero ello le dio al hombre del palo la oportunidad de asestarle a la brava mujer un fuerte garrotazo en la espalda, que le nubló los ojos por espacio de segundos. La bella aventurera cayó al suelo ante tan duro golpe; pero inmediatamente - demostrando un coraje sin par y una voluntad férrea- se puso a girar, rodando fuera del alcance de los hombres, a la vez que con sus botas aplicaba una zancadilla y derribaba a quien acababa de golpearla, frustrando así un segundo garrotazo. Aun adolorida -pero haciendo uso de su inagotable fuerza- levantóse la fiera y hermosísima gladiadora, luciendo su espectacular belleza: Sus ceñidísimos pantalones rojos parecían como a punto de reventar bajo la tensión de sus monumentales -y musculosas- curvas; aún estando ella jadeando y sudando del esfuerzo, marcábanse muy claramente contra la blusa húmeda sus pezones morenos y erectos. Así, la escultural muchacha se dipuso de nuevo al combate, percatándose de que -después de todo- su situación no era tan desesperada: Dos de los hombres habían sido duramente golpeados por ella y, temiéndole, no tenían cara de querer recibir más castigo; los otros dos, los más peligrosos, por el contrario la creyeron ya vencida, confiándose excesivamente y subestimando su enorme capacidad para el aguante. Esta vez fue la bellísima enmascarada quien pasó a la ofensiva: Con variantes, inició su contrataque de manera similar al anterior. De una recia y precisa patada, pero esta vez de frente y dirigida a los genitales, la valerosa hembra dobló al hombre del garrote, quien recién se había levantado para no durar de pie más de un minuto; en efecto, la Justiciera lo remató con un potentísimo "gancho" derecho aplicado a la cara que lo estremeció hasta la médula, dejándolo K.O. Lo que siguió fue un violentísimo intercambio de puñetazos, donde la valiente enmascarada claramente sacó la mejor parte: Logrando imponer su estilo -pelea de cerca- ella paraba y esquivaba ágilmente los golpes de sus tres contrincantes, manteniendo a raya al gigantón con sus mejores y más duros puños mientras que intensificaba la golpiza contra los dos restantes, de por sí ya reciamente castigados. Estos últimos apenas alcanzaban a pegarle seriamente a la brava aventurera; no así el gigante, quien le asestó a la muchacha algunos buenos golpes. Sin embargo, no lograban derribarla. Haciendo gala de un coraje y una resistencia poco usual, la bella mujer del antifaz asimilaba con valentía los no muy numerosos golpes que el hombrón había logrado propinarle en serio. No cediendo, pues, ni un paso, la implacable justiciera arreció el castigo contra los dos hombres ya en franca derrota. Estos, ante tan violentos y dolorosos puños, intentaron huir. La hermosa y dura enmascarada se los impidió: Un izquierdazo a la cara de uno y una violenta patada lateral al estómago del otro, los dejaron "fríos" en el acto. Mientras, el gigante estaba ya cansado, adolorido por los severos puños recibidos de manos de tan ruda mujer y desesperado por no poder tumbarla. De modo que la guapísima hembra no tuvo mayor dificultad en esquivar los ya lentos y pesados golpes dirigidos a ella por su fornido y último enemigo. Retadora, la atractiva y valiente aventurera le gritó: -"¡¡Golpea si es que aun puedes, Gigantón!!!" Furioso, el hombre le lanzó un puñetazo. Ella lo paró hábilmente con la izquierda y contratacó con uno, dos, durísimos puños colocados en plena boca del estómago de su ya agotado contrincante. La monumental y recia vengadora logró "quebrarlo"; el hombre se dobló sin fuerzas y, de un salto, la intrépida mujer lo asió por el cuello con su brazo izquierdo, para terminar de doblegarlo con una férrea y dolorosa estranguladora. Acto seguido, y aun dominándolo con la potente "llave", la brava muchacha le propinó un contundente rodillazo en la cara, seguido de un segundo que lo dejó definitivamente fuera de combate. La bellísima y aguerrida mujer soltó al hombre, quien cayó pesadamente al suelo. Estaba la Justiciera Escarlata sangrando por la nariz y por la comisura de la boca. En cuestión de diez minutos, ella sola -con sus recios puños- había derrotado a cinco hombres.