BERNARDO VA A PASAR UNOS DIAS AL CAMPO - ENCUENTRA A CARMELA Por Esper, esper_cl@yahoo.es Bernardo va a estudiar a la parcela de su familia, lugar al que iba frecuentemente cuando era ni�o. Ah� se encuentra con Carmela, una mujer quince a�os mayor que �l, que siempre le ha hecho trabajos a su familia, y que lo conoci� desde ni�o. Poco a poco va conociendo su fuerza, la que lo va sorprendiendo. Tienen varias vivencias. Despu�s de veinte a�os se encuentran. BERNARDO LLEGA A LA PARCELA CON DOS AMIGOS La familia de Bernardo tiene una parcela a tres horas al sur de Santiago. Se encuentra cercana a la ciudad de Curic�. Tiene �rboles frutales y cultivan hortalizas, pero con el tiempo se ha ido transformando en un lugar de agrado m�s que de fuente de ingresos para la familia. En la parcela hay una casa grande de madera capaz de albergar a un buen n�mero de alojados. En el verano reciben muchos invitados, especialmente por cuanto hay un lago cercano en el cual se hace actividades de agua y n�uticas. Las salidas a cabalgar son parte de la diversi�n. En la parcela hay tres caballos, y cuando se necesitan m�s se arriendan en las cercan�as. En cierto a�o, para vacaciones de invierno, su familia compuesta de sus padres y hermana, decidi� pasar unos d�as en la parcela. La idea de la familia era irse un d�a s�bado y quedarse una semana. Bernardo quiso irse el lunes antes, junto con dos compa�eros, para aprovechar para estudiar para sus ex�menes que tendr�an en la universidad dentro de una semana Para su agrado, sus padres lo autorizaron a ir antes. Ten�a veinte a�os y era la primera vez que podr�a estar solo en la parcela, o al menos solo sin sus padres. "Todos los d�as en las ma�anas va a ir Carmela, la hija de don Humberto, a hacer el aseo y comida. Va a estar en las ma�anas. Puedes pedirle que te haga algo de comer", le dijo la mam� de Bernardo antes de que este se fuera. "Bien, mam�", le respondi� �l. Don Humberto era un lugare�o que por a�os cuidaba la parcela y hac�a muchos trabajos en los �rboles y hortalizas. Ten�a sesenta a�os a la fecha. Su hija Carmela, bastante mayor que Bernardo, hab�a ido muchas veces a hacer trabajo dom�stico en la casa de la parcela y ocasionalmente trabajaba en el huerto con su padre. Bernardo recordaba haberla visto todos los a�os, desde que era ni�o. Con todo, calculaba que hac�a unos seis o siete a�os que no se ve�an. El lunes a mediod�a lleg� Bernardo con sus amigos Federico y Jorge a la parcela. En la puerta de la casa encontr� una nota que dec�a "Joven Bernardo: Vine ayer e hice un aseo general al living, ba�o y dormitorios. Dej� algo de comida en el refrigerador. Ma�ana martes vuelvo en la ma�ana. Bienvenidos ... . Carmela". A �l le hizo gracia recordar que siempre Carmela le hab�a dicho "joven Bernardo", para diferenciarlo de su pap�, quien lleva el mismo nombre. Los tres amigos decidieron iniciar de inmediato el estudio. Como a las cinco de la tarde, uno de los amigos, Jorge, recibe un llamado a su celular. Era su padre y la avisaba que la abuela acaba de fallecer sorpresivamente. Jorge y Federico eran primos, por lo que era la abuela de ambos la que hab�a muerto. Eso implicaba que los dos deber�an volver a Santiago. Bernardo les pregunto si quer�an que volviera con ellos. "no es necesario", le dijo Jorge, "es mejor que estudies bien y despu�s nos explicas". Federico asinti� como reafirmando lo que dec�a Jorge. DIA MARTES Los amigos de Bernardo se fueron el d�a martes muy temprano a la ciudad cercana donde tomar�an el bus a Santiago. Eso significaba que �l se quedar�a solo el resto de la semana, lo cual no lo perturbaba demasiado. A las 9 de la ma�ana Bernardo escuch� una llave que abr�a la puerta por fuera. Sin duda era Carmela. Se vieron y se saludaron cordialmente con un abrazo y beso en la mejilla. CARMELA: �qu� grande y desarrollado est�s, joven Bernardo! La �ltima vez que te vi eras a�n un ni�o. BERNARDO: As� es, Carmela, no nos ve�amos en a�os. No hab�amos coincidido al parecer. CARMELA: Es que estuve casada y viv�a en otra ciudad. Me separ� el a�o pasado y volv� a mis tierras. BERNARDO: eso debe ser ... CARMELA: �y tus amigos? Me dijeron que iban a ser tres en total. BERNARDO: Mis amigos se tuvieron que ir a Santiago porque la abuela de ellos muri�. No s� si vuelven. CARMELA: Ah, entiendo. BERNARDO: �Y c�mo est� tu hija? Me acuerdo de ella. CARMELA: Est� bien, gracias. Ya tiene quince a�os y va en primero de media. Se est� desarrollando bastante bien. En ese momento Carmela se sac� el abrigo y su�ter que llevaba puestos, pues era invierno y afuera hac�a fr�o. Qued� con un polo amplio de manga larga de color caf� claro. Estaba con jeans, y como calzado llevaba unas zapatillas deportivas caf�, de esas que se usan para subir cerros. CARMELA: �Tomaste desayuno? BERNARDO: No, solo una taza de caf� bien temprano. CARMELA. Yo hice lo mismo. Vamos a la cocina, te preparo y tomamos juntos. BERNARDO: �buena idea! Ella era como la recordaba Bernardo. Era morena, m�s bien alta, aunque no extremadamente alta, de facciones algo angulosas y nariz aguile�a. A Bernardo siempre le hab�a llamado la atenci�n que su pelo, levemente ondulado y a la altura de los hombros, era totalmente negro. �l y su familia eran morenos, pero el pelo lo ten�an de color caf� oscuro. Recordaba que era ancha y gruesa en general. Lo que estaba notando ahora, y que no se hab�a dado cuenta antes, era que m�s que gorda era gruesa en general, del tipo fuerte y musculosa. Cuando se sent� pudo ver el tama�o de su mano y mu�eca, y algo de su antebrazo. Todo eso demostraba que era una mujer de mucha fuerza. Una vez que terminaron de tomar desayuno �l se puso a estudiar, y ella inici� las labores del d�a. Sin embargo, no pudo dejar de pensar en ella. No recordaba que las mujeres fuertes le atrajeran, pero ella s� le estaba atrayendo. Verla mover muebles pesados y trabajar con energ�a realmente lo excitaba. Y era justamente su fuerza una de las cosas que le gustaba. Recordaba haber visto f�sico culturistas por televisi�n, y no le gustaban ni las rechazaba. Sin embargo, esto era distinto. Pens� que era la solidez de su cuerpo, junto con su tama�o lo que le picaneaba las hormonas. Eso se complementaba con una voz grave, aunque femenina, junto con una mirada que denotaba aplomo. Como a las una ella le dijo que su almuerzo estaba listo. Bernardo lleg� a la mesa de la cocina y vio que solo hab�a un puesto. BERNARDO: y t�, �no vas a almorzar? CARMELA: No, lo que pasa es que va a ir mi t�a a almorzar a mi casa, y qued� de estar con mi pap� y ella. BERNARDO: OK. CARMELA: Hay comida en el refrigerador, para que la calientes en la noche. BERNARDO: Gracias, �vienes ma�ana? CARMELA: S�, vendr� un rato a hacer el almuerzo. Carmela se fue apenas Bernardo almorz�. En la tarde logr� concentrarse en el estudio, pero cada cierto rato le ven�a el pensamiento acerca de ella. En dos ocasiones detuvo el estudio para autosatisfacerse sexualmente pensando en la mujer. DIA MIERCOLES El d�a siguiente, mi�rcoles, Carmela lleg� como a las diez de la ma�ana, con un par de deliciosos trozos de carme para el almuerzo. Se saludaron una vez m�s de beso y abrazo. Bernardo ya hab�a tomado desayuno, pero acept� cuando una hora m�s tarde Carmela le ofreci� una taza de caf�. Su plan era tratar de llevar la conversaci�n a la musculatura y fuerza de ella. Un par de veces antes, cuando Carmela estaba haciendo cosas en la cocina, �l se le acerc� para hablarle. Al hacerlo la toc� por el brazo y por el hombro y comenz� a hacerse una idea de su tama�o y musculatura. Ella actu� con naturalidad, sin mostrar reacci�n. De ah� en adelante, cada vez que le hablaba le pon�a la mano en alguna parte superior del cuerpo. Ella nada dec�a, lo que era una forma de aceptarlo. Bernardo ech� el caf� instant�neo y el az�car en la taza. A continuaci�n, sinti� la mano de Carmela en su hombro, mientras vert�a el agua hirviendo. Era ella quien lo estaba tocando, lo que le gust� mucho. Pudo sentir el tama�o grande de la mano en sus tres dimensiones de larga, ancha y gruesa. Encontr� que ese era el momento para introducir el tema que a �l le interesaba; el de la musculatura- BERNARDO: Es bien grande y fuerte tu mano, por lo que veo. CARMELA: Eso creo, y soy entera as�. Toca mi brazo y hombros. �l no se hizo repetir y la recorri� con sus manos. Pudo comprobar como supon�a que era ella, tanto en su ante brazo, brazo y hombros. A pesar de que la toc� a trav�s del polo de manga larga que llevaba, pudo sentirla sin dificultad, e igual lo disfrut� mucho. Luego ella le llev� la mano a su abdomen, y Bernardo pudo sentir sus m�sculos y dureza. BERNARDO: �C�mo llegaste a tener ese cuerpo y ser tan fuerte? CARMELA: En primer lugar, en mi familia todos somos corpulentos. Segundo, he hecho mucho trabajo f�sico toda mi vida. Y tercero, tengo dos hermanos futbolistas que son mayores que yo, y aprend� a hacer los mismos ejercicios que ellos en los entrenamientos. Peso casi ochenta kilos de los cuales la mayor parte son m�sculos. BERNARDO: �Y cu�nto mides? CARMELA: uno setenta, �y t�? BERNARDO: mido uno setenta y ocho. Y peso menos. CARMELA (sonriendo): Eso me parec�a. BERNARDO: Creo que me ganar�as en vencidas. CARMELA: �Probamos? Hicieron la contienda, la que tal como lo esperaban, ella gan� con toda facilidad. CARMELA: �Bernardo? BERNARDO: �S�? CARMELA: Creo que te gustan mis m�sculos y fuerza �O me equivoco? BERNARDO: mmmmmmmm CARMELA: Tranquilo, no te turbes. Solo contesta. BERNARDO: Bueno, s�. Mucho. Aparentemente cambiando de tema, Carmela mira hacia afuera por la ventana y se�ala un banco que estaba a unos quince metros de la casa. CARMELA: �Te acuerdas que cuando eras ni�o te ca�ste al lado de esa banca y yo te traje en brazos a la casa? BERNARDO: Claro que me acuerdo. Ten�a unos nueve a�os. CARMELA: �Quieres que haga lo mismo ahora? BERNARDO: ��Claro que s�!! Salieron de la casa y se fueron caminando hacia el banco donde a�os atr�s Bernardo se hab�a ca�do. Carmela lo llev� tomado de la mano. Al llegar, lo tom� en brazos con toda facilidad, tal cual lo hab�a hecho hac�a m�s de diez a�os y fue caminando con �l hacia la casa. Bernardo hizo el trayecto abraz�ndola por el cuello, y por momentos pegaba su mejilla a la de ella. Llegan a la cocina y Carmela lo deja en el suelo. BERNARDO: �Incre�ble! Ahora peso setenta y cinco kilos y me acarreaste de la misma forma como lo hiciste cuando ten�a nueve a�os. CARMELA (sonr�e y mira hacia abajo): Y cuando ten�as nueve a�os te pas� lo mismo que te est� pasando ahora. Lo recuerdo perfecto. BERNARDO: �Qu�? CARMELA: No te hagas el tonto. Estoy hablando de lo que tienes debajo de tu pantal�n. No hab�a duda que ella se estaba refiriendo a la notoria erecci�n que mostraba. Lo mismo le hab�a pasado cuando ella lo carg� cuando era ni�o. BERNARDO: Pues s�, jejejejejejjee. Espero que no te molestes. CARMELA: No tendr�a por qu� molestarme. Se ve que eres bien caliente. Pero no me eches la culpa. BERNARDO: No es cosa de culpa. Sucedi� no m�s. CARMELA: D�jame calmarte. �Puedo bajar tus pantalones? BERNARDO: Por supuesto. Carmela lo hizo, y su pene sali� liberado, duro como un resorte. Ella se puso detr�s de �l. Lo rode� por la cintura y con la mano derecha lo comenz� a masturbar. �l comenz� r�pidamente a jadear. Con la mano izquierda a ratos le acariciaba los test�culos. Con su boca besaba el cuello de Bernardo, y se lo leng�eteaba. "�Te gusta, te gusta?" repet�a ella con tono autoritario y er�tico, mientras lo masturbaba. El chico no pod�a m�s de caliente. Estaba totalmente entregado a ella. Finalmente, y en medio del jadeo, grit� "me vengo, me vengo". Tom� la mano de Carmela y le detuvo el movimiento. Ella le puso la mano delante del pene. �l solt� todo su l�quido y ella lo recibi� en su enorme mano, derramando tan solo unas pocas gotas. BERNARDO: Eres fant�stica, lo que mi hiciste fue la octava maravilla. CARMELA: Yo tambi�n estoy muy caliente, no te lo voy a negar. Ella segu�a en su mano con el semen de Bernardo. CARMELA: Me voy a tragar esto. BERNARDO: Nooooo CARMELA: �Por qu� no? BERNARDO: Pensaba besarte. Quiero hacerlo, si me dejas. CARMELA: Est� bien �l se acerc� a ella y la bes� en la boca. Sinti� que incluso la lengua de ella era m�s fuerte que la de �l. La manose� y le tom� las nalgas y pechugas. Ambos gimieron. BERNARDO: Quiero que hagamos el amor. CARMELA: �Tienes condones? BERNARDO: No, no traje. CARMELA: Bueno va a ser ma�ana entonces. Yo los traer�. Los comprar� donde no sean chismosos. DIA JUEVES La noche anterior, del d�a mi�rcoles, Bernardo se qued� estudiando hasta tarde. Todo lo vivido en el d�a con Carmela lo dejo perturbado. Logr� concentrarse en el estudio como a las diez de la noche y no se durmi� hasta las tres de la madrugada. Carmela lleg� un poco antes de las nueve de la ma�ana. Al ver que la sala y la cocina estaban desocupadas, supuso que Bernardo a�n dorm�a. Se dirige al dormitorio y lo ve en la cama medio dormido y medio despierto. Sin abrir los ojos dice mascullando "hola Carmela". Ella se le acerca y lo besa primero en los labios y despu�s en el cuello. �l despierta bien y le manosea el abdomen y los senos. Ella lo destapa y ve que el pene estaba a media erecci�n. CARMELA: Ve a lavarte el pene y los dientes. Vamos a hacer el amor. BERNARDO: Si prefieres me ducho ya. CARMELA: No, solo el pene y los dientes. Quiero sentirte como eres. BERNARDO: Muy bien. Cuando volvi� del ba�o, vio que Carmela se hab�a comenzado a desnudar, ya que la encontr� en ropa interior, la que era color negro. Estaba abriendo una caja de condones. Se acerca a �l lo toma en brazos y lo tira sobre la cama. Lo besa y hace que le pase la mano por las pechugas. Luego Carmela se termina de desnudar y se pone en cuatro patas en el suelo sobre la alfombra. Bernardo la comienza recorrer son sus manos. Le agarra las tetas y el abdomen musculoso. Ella le toma el pene y comprueba que su erecci�n era total. "Ponte cond�n" le dice. �l obedece, la penetra y ambos comienzan a retozar, hasta que viene el orgasmo de ella. Hubo dos penetraciones m�s, en distintas poses, y solo en la tercera vino la eyaculaci�n de �l, la que ocurri� con un cond�n puesto. Despu�s de eso cada uno retom� sus quehaceres, Carmela con los asuntos de la casa, y Bernardo con su estudio. A eso de las una, ella estaba terminando de hacer la comida para que almorzaran juntos. �l se acerca por atr�s y la abraza por la cintura. Le toma el abdomen duro y musculoso. Carmela nada dice, pero para de hacer lo que estaba haciendo. Bernardo sube una de sus manos y le agarra las pechugas. La besa en el cuello lami�ndole las orejas. Los dos jadean. Ella se da vuelta y la abre el pantal�n, se pone en cuclillas y le lame el pene a Bernardo hasta que acaba botando su semen. Despu�s de eso se van al dormitorio y es Bernardo quien le lame la vagina. Era primera vez que lo hac�a, y Carmela le ense�a c�mo hacerlo. DIA VIERNES Ese d�a se dedicaron a las cargadas y luchas. Cuando lleg� Carmela, Bernardo estaba en la entrada de la parcela, distante a unos veinte metros de la casa. Se saludaron con un fuerte abrazo y un beso en la boca. Entonces ella lo tom� de la mu�eca y de la pierna y lo carg� en su hombro. Luego se fue caminando con �l a cuestas, hasta que entraron a la casa. Ese d�a en la ma�ana lucharon varias veces. En ocasiones Carmela le daba ventaja a Bernardo, dejando que la tomara como quisiera y tratara de inmovilizarla, pero invariablemente ella se soltaba y despu�s de unos movimientos lo somet�a. VEINTE A�OS DESPU�S Con cuarenta a�os, Bernardo acababa de terminar su matrimonio. Continuos desencuentros con su esposa, que pasaban por infidelidades de ambos, hab�an dado como resultado un divorcio, hecho de com�n acuerdo. Su hija, de doce a�os entonces, vivir�a con su madre y abuelos maternos, y �l la ver�a con frecuencia. La parcela en la cual tuvo sus vivencias con Carmela fue vendida tres a�os despu�s. Con el tiempo perdi� contacto con ella, pero su fuerza y relaciones sexuales, las recordaba a diario. No hubo d�a en el que no pensara en la fuerza de Carmela y en el buen sexo que tuvo con ella. Aprovech� un viaje al sur para hacer una pasada por la parcela y el pueblo cercano, pero no tuvo �xito en la b�squeda de Carmela. Se enter� que el padre de ella hab�a fallecido, pero no se sab�a que hab�a sido de sus hijos. Un d�a s�bado fue a almorzar parrilladas con su hija Bernardita, al sur de Santiago, a un lugar llamado Paine, famoso por los restaurantes de comida t�pica en la carretera Panamericana. Despu�s de almuerzo pasaron a un lugar en el que vend�an plantas, alm�cigos y maceteros. La idea de Bernardo era comprar un regalo para sus padres, quienes disfrutaban mucho del jard�n de su casa. Una de las que atend�a era una mujer que se ve�a algo m�s joven que �l. Le llam� la atenci�n su elevada estatura, bastante superior a la suya. �l hizo como estimaci�n que la chica medir�a un metro ochenta y dos. Dado que estaba con su hija, no estaba en plan de conquistas para aventuras o lo que fuera. Con todo, la mujer le caus� un gran impacto por su estatura y por lo bien formada. Llevaba el pelo bien largo, y lo ten�a oscuro, lacio y voluminoso. La mujer vio que �l estaba buscando algo y se ofreci� cordialmente a ayudarlo. "�Alguna consulta, se�or?" le dijo ella. �l le respondi� que de momento solo miraba y que muchas gracias. Result� un agrado para Bernardo mirarla hacia arriba cuando intercambiaban esas pocas palabras. Repentinamente, sinti� que una mano lo tocaba suavemente por la espalda y le dec�a "�Bernardo!", en un tono que mezclaba sorpresa con alegr�a. Se da vuelta y ve nada menos a la mujer que siempre recordaba: Carmela. Una primera mirada a Carmela le permiti� ver que segu�a igual de corpulenta y se ve�a en buen estado f�sico. El tiempo hab�a hecho que tuviera algunas arrugas, pero pese a ellas se ve�a muy atractiva como lo fue siempre para �l BERNARDO: �Carmela! �Qu� gusto de verte! Se abrazaron por largos instantes y Bernardo le dio un prolongado beso en la mejilla. La hija de �l se qued� mirando la escena, sin comprender del todo. CARMELA (mirando a Bernardita): �Y ella? �Es tu hija? BERNARDO: S�, es mi hija. Bernardo las presenta, y se saludan con un beso. Bernardo le cuenta a su hija que Carmela lo conoc�a desde ni�o y que su padre y ella cuidaban la parcela que ten�an y hac�an trabajos en ella. CARMELA (se�alando a la chica alta): Ella es mi hija Carmen Gloria. Yo creo que la conociste cuando eras ni�o. Se saludan de beso y ella se agacha para poder saludarlo a �l y a su hija. BERNARDO: S�, me acuerdo de Carmen Gloria. La vi muchas veces cuando era una ni�a. Me recuerdo que todos comentaban que era alta para su edad. Y veo que es bien alta. CARMEN GLORIA: Yo tambi�n me acuerdo de ti, Bernardo. Me acuerdo tambi�n de los columpios que hab�a en la parcela, y la piscina. Y s�, sal� bastante alta. Mido uno ochenta y tres. CARMELA: Me parece bien que te hayas casado, Bernardo, y tienes una linda hija. BERNARDO: Pues s�, mi hija es linda, pero me separ� hace dos meses. CARMELA: Oh lo siento. Me apresur� en opinar. BERNARDO: Y t�, �te volviste a casar? CARMELA: S�, lo estoy. Pero me qued� con una hija. Carmen Gloria, que como sabes, no es de mi primer marido. BERNARDO: S�, recuerdo la historia ... En ese momento su hija Bernardita le dice a Bernardo que quer�a ir al patio trasero a ver los perros. Carmen Gloria le dijo que ella la acompa�aba, lo que hizo que Bernardo la autorizara. Quedan los dos solos por unos instantes. BERNARDO: Est�s regia, Carmela. Con los a�os te has puesto m�s interesante, y tienes el mismo cuerpo fuerte que siempre me gust�. CARMELA (en tono provocador): �Est�s seguro de lo que dices, o es un piropo amable? BERNARDO: Claro que estoy seguro. A ti te aprecio mucho y no te voy a estar mintiendo por adularte. CARMELA: �J�ramelo! BERNARDO (asombrado): Bien te lo juro. Te lo prometo. Encuentro que sigues siendo muy atractiva. CARMELA: No tenemos mucho tiempo porque ya van a llegar de vuelta tu hija y la m�a. As� que r�pidamente te lo voy a decir. BERNARDO (segu�a estando asombrado): Bien, no s� qu� me vas a decir. CARMELA: Mi esposo me enga�a. Anda con una mujer diez a�os menor que �l o sea diez a�os menor que yo. Se ven seguido. BERNARDO: mmmm. Me estoy empezando a imaginar ... CARMELA: S�, quiero que nos veamos a solas y recordemos lo que fue hace veinte a�os. �Quieres? BERNARDO: Bueno, s� ... . CARMELA: Anota r�pido mi celular. No me llames antes de las nueve de la ma�ana ni despu�s de las seis de la tarde. BERNARDO: �Y me ganar�s todav�a en vencidas? CARMELA (sonr�e): Eso lo veremos ... Despu�s de decir eso le dio una suave cachetada con su enorme mano. BERNARDO: �Y me podr�s levantar y cargar? CARMELA: Dalo por hecho. Sigo siendo fuerte. Carmela mir� hacia donde estaban las hijas y vio que a�n estaban con los perros. CARMELA: Y te voy a decir algo. BERNARDO: �Qu�? CARMELA: No soy una mujer infiel que se anda metiendo con cualquiera. Creo que es incre�ble encontrarte, y t� eres especial para m�. Por eso te propuse eso que ya sabes. BERNARDO: T� tambi�n eres muy especial para m�, Carmela. Me encanta la idea de que nos veamos. Carmela le dijo "trato hecho". Lo mir� a los ojos y le extendi� la mano. Se la comenz� a apretar y Bernardo hizo otro tanto. Siguieron as� hasta que Carmela aument� su fuerza, de manera que Bernardo sinti� alg�n dolor y dijo "au". Ella lo solt� y lo mir� sonriente. CARMELA: �Quer�as saber si sigo fuerte? Bueno, eso es una peque�a demostraci�n. Y ya vas a ver m�s... Volvieron Carmen Gloria y Bernardita. Y se despidieron todos c�lidamente. EL ENCUENTRO Escogieron un d�a en viernes en el cual Bernardo no trabaj� en la tarde. Carmela tom� un tren en una estaci�n que quedaba a media hora de Santiago. Cuando ella llegara a la Estaci�n Central en Santiago, Bernardo se quedar�a a unos veinte metros del tren, sin saludarse para evitar ser vistos juntos. La idea era solo que se vieran a la distancia. Despu�s de eso caminar�an por separado, para encontrarse en el estacionamiento. As� lo hicieron. Ya en la estaci�n, Bernardo vio Carmela a lo lejos. Estaba con jeans y arriba llevaba una parca de moda, color lila. Ella lo vio y ninguno de los dos hizo alg�n gesto. Se fueron caminando al estacionamiento, cada uno por separado. Se encontraron al costado del auto de Bernardo. Espont�neamente se abrazaron fuerte, y se besaron en forma larga y apasionada. Ella se sac� la parca. Carmela estaba con botas de tac�n, lo que era suficiente para estar a la misma altura de �l. Se soltaron para que Bernardo guardara la mochila de Carmela, en la maleta de su auto. Al hacerlo, Carmela lo tom� por detr�s poni�ndole la mano en el pecho y apret�ndolo con fuerza hacia ella. Bernardo sinti� el fuerte brazo de ella por su costado y barriga. Acto seguido le apoy� la cabeza de ella en el cuello, para besarlo y pasarle la lengua por el mismo cuello y la mand�bula. BERNARDO (jadeando): �T� s� que sabes volverme loco, Carmela! Ella, ni corta ni perezosa, le baja la mano y le toma el miembro por encima del pantal�n. BERNARDO: v�monos luego, antes de que tengamos sexo aqu� mismo. CARMELA: �A d�nde vamos a ir? BERNARDO: Una amiga tiene un departamento que ocupa a veces. Me lo prest�. CARMELA: �Una amiga? �Solo amiga? BERNARDO: jajajaa. S�, solo amiga. Todo un drama. �ramos compa�eros de universidad. Se est� separando y me conto su drama. Me dijo que ten�a ese departamento, el que ten�a preparado para irse cuando fuera el momento. CARMELA: Est� bien. Preguntaba no m�s. �Le contaste para qu� lo ibas a usar? BERNARDO: No, no me hizo preguntas, pero creo que lo supuso. Carmela sonr�e. El auto se detiene en un sem�foro en rojo. Con su mano izquierda, ella le toma la mano a Bernardo. Mira hacia todos lados y lo besa en la boca, poni�ndole la misma mano en el cuello. �l responde el beso. Instantes despu�s, pone su mano derecha en el pantal�n de �l por sobre el pene, el que ya estaba erecto. Bernardo comienza a gemir. Llegan al departamento. Estaba situado en un barrio medio, era antiguo y de habitaciones amplias. Carmela lo toma en brazos, sin mostrar dificultad alguna y lo pasea. Luego hacen el amor repetidamente. Despu�s de un par de horas, deciden descansar. Hacen vencidas en las cuales gana Carmela en un par de segundos. Bernardo le dijo que estaba m�s fuerte que lo que la recordaba. HECHOS POSTERIORES Bernardo y Carmela se siguieron viendo por a lo menos unos cinco a�os m�s. El esposo de ella segu�a siendo infiel, pero no quer�a divorciarse. Ya pasados los sesenta a�os retomaron su matrimonio en forma normal. Ella le dijo a su esposo que hab�a tenido una infidelidad. A �l no le gust�, pero sirvi� para que se reconciliaran. Bernardo volvi� a casarse, no sin antes tener varias despedidas con Carmela. Su nueva esposa result� ser muy liberal, y lleg� a conocer a Carmela, y supo lo que hab�a tenido con Bernardo.