Piernas asesinas Por Bob Utley La historia de una organización dedicada a erradicar el crimen Por Bob Utley utleybob@hotmail.com (Esta historia contiene relatos con connotación sexual) 23:00 p.m. – Ingreso al edificio Ambas mujeres suben una larga escalera que las lleva hasta la entrada principal del edificio. Caminan con sus largos tapados que dejan entrever su maravillosas piernas. Luego de transitar un largo pasillo, las espera un suntuoso salón de recepción. Un robusto guardia de seguridad está sentado detrás de un gran mostrador de mármol, rodeado de monitores que visualizan cada lugar importante del edificio. Este con su gorra y su credencial, recostado en su robusta silla giratoria, ve como se acercan estas dos supermodelos seductoras. Natali se inclina sobre el mostrador, dejando entrever su amplio busto. Brenda se queda parada a su izquierda, más alejada. El guardia no sabe si mirar sus enormes y cautivantes ojos u observar sus increíbles pechos que quieren salirse de su sujeción. Antes de que Natali hable, el guardia se anticipa con voz de mando, tomando un cuadernillo sobre el mostrador. "No tengo anotado ningún pedido de prostitutas esta noche... ¿Quién les solicitó a ustedes el servicio?" "¿Prostitutas?" – Contesta enojadamente Natali "No creo que estén vestidas así para dar una conferencia" - El guardia les dice burlándose de ambas "No, en realidad"... – Le contesta mientras se quita su tapado para dejar a la vista su escultural cuerpo. Mientras el guardia está distraído con Natali, Brenda aprovecha para sentarse en el escritorio, pasar las piernas al otro lado y bajar rápidamente a la izquierda del guardia, quien está disfrutando de la vista. Natali apoya su tapado en el mostrador, se inclina y le dice en voz baja... "No, estamos vestidas para matar" El guardia es sorprendido por Brenda, quien le propina un golpe con un giro de su pierna izquierda, su empeine golpea ferozmente su nuca que lo que impulsa al sobre el escritorio y le vuela lejos su gorra. Natali aprovecha para sentarse en el mostrador, girar sus piernas y sostenerlo por el cuello, mientras Brenda se sienta en el sillón, agarrándose de ambos poya brazos, recostando su espalda sobre el asiento y elevando sus piernas esperando el movimiento de Natali. Mientras el guardia recobra levemente la conciencia, Natali lo suelta y con los tacos de aguja en cada hombro, empuja el pesado cuerpo del guardia con ambas piernas, haciendo que este caiga encima de Brenda, quien lo recibe con las piernas abiertas. Esta lo atrapa y serpentea ambas por su cintura. Elevándolas hacia el techo, tomándolo con sus pies detrás de su nuca cruzando su talón izquierdo con el derecho. El guardia queda con sus brazos abiertos y con un dolor en sus brazos que parecen salirse de sus hombros, y los tacos afilados de las botas de Brenda que se entrelazan en su nuca le dan un dolor agudo en su espina. Brenda ejerce cierta presión uniendo espasmódicamente sus rodillas y elevando y bajando sus piernas, jugando con el guardia como si fuese un muñeco. Ambas se ríen mientras escuchas los gritos y súplicas del hombre que queda atrapado y sin poder liberarse. Natali abre sus piernas, y con su mano se corre su bombacha de correa diminuta dejando a la vista su espléndida vagina. "Ahora tu serás nuestra prostituta, nos darás un servicio gratuito" Natali apunta con su índice su sexo para que Brenda incline con sus piernas la cabeza del guardia hasta colocar su boca en su entrepierna. "Saca la lengua amor y realiza un buen trabajo, si no quieres quedarte sin brazos" – Brenda junta levemente sus rodillas haciendo estremecer de dolor al guardia, quien hace lo que le ordenan. Natali siente el placer de la sumisión del pobre hombre que hace instantes, se creía tan poderoso. "¿Qué se siente que dos pequeñas mujeres te obliguen a realizar sexo oral?" La vagina de Brenda late poderosa sobre la cintura del hombre desvalido. Natali toma las botas de Brenda y empuja la cabeza firmemente y gime de placer hasta que tiene un orgasmo. Toma al individuo de sus cabellos y lo aleja levantando con el las piernas de Brenda. Se recuesta en el mostrador de forma lateral, apoyando ambos codos y levantando su pierna izquierda en forma exagerada, apuntando al techo. "Brenda, tráeme al esclavo por favor" "Como no compañera Natali" – Brenda acerca la cabeza del guardia colocando su cuello a la altura de su rodilla. Sin tiempo para poder reaccionar, Brenda libera sus pies de su nuca, mientras Natali baja repentinamente la pierna que tiene extendida, quedando su nuca en la parte trasera de su rodilla derecha. Luego cruza sus pies con sus hermosos zapatos de aguja. "¿Quieres decirme cual es el interruptor que cierra la puerta de entrada para que nadie nos interrumpa, o rompo tu cuello?" "No, por favor... Es el aggggg... el tercer botón de la derecha..." "A ver... ¿Este? – Natali se inclina hasta la consola que está debajo entre el sillón y el mostrador, y con su dedo que revela una uña larga y cuidada, acciona al botón y se siente como se accionan los herrajes de la puerta principal, cerrando el acceso. Brenda, sentada en el sillón, se quita su tapado mientras juega con su pie en la evidente nerección del guardia. "¡Muy bien esclavo!, ahora necesito que me des algo de información" – mientras aprieta espasmódicamente sus rodillas dándole un dolor insoportable en su cuello. El guardia trata de separar con ambas manos las piernas de Natali, pero sus brazos quedaron muy debilitados del sostenimiento de Brenda. Solo puede hablar y tiene una visión del delicioso muslo de Natali que se recuesta a la espera de su respuesta. "Esta bien.. agggg. ¿Qué quieres saber?" "¿En qué piso encontramos al Mayor Ferguson?, ¡Contesta rápido maldito!" "En el piso 32...en el 32.... aggggg..." "¿Cuántos guardias tiene esta noche con él?" – Aprieta un poco más su sostenimiento, luego lo libera levemente "¡Seis....seis guardias...por favor... suélteme." "¿Cuántos guardias nos encontraremos al bajar del ascensor? – Brenda se pone de pié y coloca su pie derecho sobre su espalda mientras le clava el taco de su bota. "Dos...dos guardias armados... por favor..." "Lo siento amor, pero no podemos... es hora de morir" Natali sujeta con toda su fuerza al guardia quien siente que su vía aérea se cierra. Luego de un instante, su cara se pone de color morado, su lengua asoma y sus manos resbalan sobre las medias negras de seda de Natali que aprieta sus dientes con furia. Sus manos caen pesadas a los lados y se le aflojan sus rodillas, Natali lo eleva con sus piernas mientras Brenda acerca la silla en la parte trasera del hombre que cae pesadamente encima, quedando sentado, sostenido aún por Natali quien es obligada a girar y sentarse para mantener el equilibrio sobre el mostrador. Ya en su habitual posición, pero sin vida, Natali abre exageradamente las piernas para liberarlo. Con su pie derecho acomoda su cabeza, mientras Brenda va en busca de su gorra, la coloca cubriendo su cara como si estuviera descansando. En ese momento el teléfono suena, ambas se miran preocupadas. "Hemos perdido demasiado tiempo, es hora de movernos rápido" – Brenda le indica a Natali donde están los ascensores. Se acomodan sus polleras, sus cabellos y se disponen a ingresar dentro del peligroso piso 32. Continuará